Dar y ayudar

Falta dinero

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Les había quedado debiendo el porqué del texto de la ofrenda de la viuda.

Al haber dejado esa entrada ahí, con un texto bíblico como el frente del blog por tantos meses, imagino que muchos pensaron que yo me había vuelto predicador. Les digo para su alivio que no es así.

Simplemente les quise compartir una de mis tantas “coincidencias” (ver el artículo de Far From Home), y en el presente artículo les voy a contar lo que he aprendido en mi vida acerca del tema relatado en la Biblia. La coincidencia para mi es que ese artículo salió en la lectura de la misa el día preciso en que me pasaban cosas similares a algunas de las que voy a relatar.

Iniciemos por decir que en este tema no importa si uno es un inmigrante, o si uno es un local. Lo importante aquí es que todos somos seres humanos con altas y con bajas en la vida, tanto en lo que respecta al estado de ánimo como el económico o de salud, por mencionar algunos.

Normalmente en la sociedad nos hemos acostumbrado a centrarnos en nosotros mismos, nuestros hijos y nuestra familia, y nos volvemos egoístas en lo que respecta a compartir con los demás. No quiero decir que esto sea del todo malo, pero a veces el concentrarnos tanto en nosotros nos hace perder el enfoque para con los demás, para con la sociedad y no permite que aportemos positivamente para el desarrollo de una sociedad armónica y justa. Es el individualismo, es el “cada quién defiéndase como pueda”.

Imagino que quien lee el artículo en este preciso instante puede estar pensando en que me enfoqué en el aspecto económico. Pero no necesariamente. En este momento voy a hablar del aspecto emocional:

Imagínese esta primera la historia, en donde usted tiene muchos problemas por resolver y aparte de eso está cayendo en una depresión por algún motivo personal. Usted se siente solo y quiere que alguien le acompañe, le aconseje, le dé su apoyo, le colabore, y lo que encuentra es un amigo que le llama y busca su compañía para que USTED le aconseje y lo calme. El amigo está pasando por un problema matrimonial y quiere consejos urgentes. Usted se encuentra con él, charlan, dan un largo paseo por un parque en donde usted le da apoyo, lo pone a reflexionar y le da consejo y al final de la tarde y en las semanas siguientes usted siente que su apoyo le ayudó a mejorar la vida al amigo y a su pareja.

Falta dinero
Imagen cortesía de iosphere en FreeDigitalPhotos.net

Ahora imagínese esta segunda historia:

Usted es un inmigrante establecido hace varios años, desde que se estabilizó ha vivido con las comodidades básicas y no le ha faltado la comida ni el dinero para pagar el arriendo de su apartamento, los gastos normales y los préstamos bancarios. Un día le llega una crisis económica fuerte por una razón particular y usted debe decidir cuidadosamente cómo gastar el poco dinero que tiene para poder cumplir con todas sus obligaciones y no tener problemas. Usted decidió que, aparte de otros recortes de gastos, por estos próximos meses va a comprar menos comida (y a comer radicalmente menos) para poder llegar a su objetivo. Usted trabaja y no le queda tiempo para pedir ayuda alimentaria. Usted es un “pobre vergonzante”, le da vergüenza pedirle ayuda a sus amigos (que lo inviten a almorzar o a cenar, que le regalen un arroz o unas verduras). Cuando una vez le pidió ayuda a algunos de ellos, unos o dejaron en el aire esperando y otros no le creyeron que eso fuera verdad.” ¡Pero si tiene un buen empleo!”, se decían. Y usted sigue con el estómago y las tripas sonando del hambre.

Un día usted en su desesperación, sólo por desahogarse y sin esperar ayuda le comentó su caso a una familia de amigos que tienen varios hijos, muchos gastos y apenas alcanzan para salir adelante. Ellos se ayudan a mantener en pie en parte con las ayudas alimentarias, están casi tan “pobres” como usted. Usted se sorprende cómo unos días después, en un acto de desapego, sus amigos le ayudan regalándole varias cosas para completar su mercado del mes y así usted no tendrá que pasar hambre.

Luego de este par de historias hagamos un análisis:

Primera historia: Usted estaba “pobre”, le faltaba algo emocionalmente hablando, necesitaba apoyo. Usted se sentía que no podía más con la vida, y que de esta pobreza emocional no podía darle nada a los demás. Increíblemente se demostró que sí podía darle más a la vida y a la gente, la alegría de su amigo y su esposa lo comprueban.

Segunda historia: Sus amigos están en una situación de pobreza similar a la suya, y estando así tuvieron compasión de usted, se sacrificaron y compartieron su comida para ayudarle a que no pase hambre.

Como podemos ver, nuestras historias giran en torno a compartir, a ser solidarios y a no ser tan egoístas. No importa si tenemos mucho o si tenemos poco.

Podríamos concluir que el hacer el bien y ser solidarios no tiene religión ni raza, es una forma práctica de fomentar el bienestar común para que todos vivamos contentos, para que la sociedad y el mundo progresen en armonía y con justicia social. Es algo que nos conviene a todos hacer desinteresadamente, sin esperar nada a cambio. Y aunque no esperemos nada como retorno, uno no sabe, algún día podríamos ser nosotros quienes necesitaríamos recibir una ayuda.

Éste es un tema para meditar y animarnos a la acción en la vida real, no sólo a las bellas palabras o a los «me gusta» en Facebook cuando vemos un tema bonito.

Y ustedes, ¿han tenido situaciones similares? ¿están agradecidos con alguien por haberlos ayudado en momentos difíciles? ¿cómo retribuirían las ayudas recibidas?

¡Los comentarios abajo del artículo están abiertos para sus opiniones!

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Y para terminar, le envío un saludo muy especial de agradecimiento para aquellos que me han ayudado.

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